lunes, 25 de junio de 2007

Alma máter al quirófano

Jorge Luis Araya Chaves
Estudiante de Economía, UCR.
Publicado en La Nación

En torno a la discusión alrededor del tema del TLC en la UCR, que ha captado la atención de los medios de comunicación, hago algunas consideraciones adicionales.
Como estudiante de la UCR, considero imperante que la Universidad adopte una posición neutral en torno a este tema tan trascendental para el país, fomentando el debate y la participación al máximo y asegurando una intervención justa y equilibrada de las fuerzas. ¿Cómo se explica que para una mesa redonda se invite a connotados personajes del quehacer político y jurídico del país a expresarse todos en contra del TLC, sin derecho de nadie a decir lo contrario? ¿Será acaso que no hay profesionales serios y honestos en este país, graduados de esta misma casa de estudios, con una posición contraria que merezcan ser escuchados y que puedan rebatir los argumentos de los primeros?
Se ha invertido mucho dinero y tiempo desde la Rectoría en este tipo de propaganda contra el TLC, que deberían ser utilizados en acelerar los procesos de construcción de obras, como la nueva facultad de ciencias sociales o la compra de equipos de cómputo.
Carencias básicas. Como miembro de una asociación de estudiantes, me he dado cuenta de las carencias que compañeros de otras carreras tienen en sus asociaciones; algunos no cuentan siquiera con computadoras en buen estado, lo que va en detrimento de la educación de muchos. Es inaudito que, teniendo que usar paquetes específicos de software en muchas carreras de la universidad, los estudiantes tengan que “piratearlo”, algunas veces sin certeza de que sirva, y que la U, que gasta en rubros propagandísticos, no pueda costear la compra de esos paquetes para mejorar el proceso educativo.
Es alarmante que en una elección para rector tengan más peso porcentual los votos de los administrativos de la universidad que los de profesores y estudiantes. ¿No es acaso por los últimos por los que funciona la universidad? Y no hablo solo de la UCR, sino de todo el sistema educativo superior público costarricense, que pide a gritos una reforma sustancial: deben redistribuirse las cuotas de poder entre todos los sectores, para evitar los favorcitos de campaña y para que se tomen decisiones fundamentales.
La FEUCR, en días recientes y de manera intimidante, inquiere a cuáles intereses favorece el hecho de que un grupo de estudiantes haya sacado una bandera diferente de la que ellos hacen ondear; les respondo: ¡A los intereses por un país mejor! No es por los intereses de ningún partido político, como ellos sugieren.
Millones contra el TLC. Si se hubiera contado con los millones de los que ellos también disponen para su “lucha” contra el TLC (unos ¢2,5 millones, casi el 7,5% del presupuesto de la FEUCR en el 2006), desde hace 4 años, también nos hubiéramos estado expresando con mayor facilidad. Es hasta ahora cuando un grupo de estudiantes, de multitud de carreras, hemos tenido el valor y, en muchos casos, hemos sacado dinero de nuestros bolsillos para hacernos escuchar. Si quieren un debate justo, repartamos esos recursos de que disponen, pónganlos a la orden de los que piensan diferente.
Por tanto, pienso que, para seguir siendo la mejor universidad de este país, debe darse el ejemplo y fomentarse la multitud de opiniones, que se escuchen todas las voces que quieran hacerlo y compartamos de una buena vez los atrios desde los cuales se habla; derribemos los elefantes blancos que están sentados en sus altares y mejoremos la educación de todos. Debe recordarse que la principal arma para el desarrollo es la educación; por lo tanto, ¿qué clase de desarrollo queremos para el país si la educación superior está parcializada?
Para los encargados de mejorarla, va siendo hora de sacar el bisturí.