domingo, 25 de noviembre de 2007

¿Cómo cree que evolucionará el tipo de cambio en estos días?

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Dejenos su respuesta en la sección de "comentarios" al final de este post.


EyP
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viernes, 16 de noviembre de 2007

Un nuevo mercado: de los consumidores.

Claudio A. Mora García
Estudiante de Economía, UCR
Escritor asociado de EyP.

De igual forma que Martin Luther King tenía un sueño, yo también tengo uno: un nuevo modelo de comercio internacional.

¡Debemos escoger!: beneficiar a los consumidores (un comercio más libre) o beneficiar a los productores (un comercio más restringido).

La historia ha demostrado que las medidas aplicadas hasta ahora han estado enfocadas a darles mayores beneficios a los productores antes que a las personas. Si las medidas no estuvieran enfocadas a protegerlos, entonces no habría razón para otorgar subsidios a productores nacionales (como es el caso de USA y la UE), o mantener cuotas de importación (como ocurrirá en muchos productos agrícolas con el TLC), o imponer altos aranceles a las importaciones (como sucede en Costa Rica con los productos avícolas, algunos granos, los automóviles, etc).

El nuevo modelo que propongo es uno enfocado a darles mayores beneficios a los individuos. Para lo cual se deben tomar las siguientes medidas:

1. Disminuir los aranceles a tasas próximas al nivel de libre mercado: darle libre entrada a las importaciones. Así, todos nosotros podremos escoger libremente cuál bien realmente es el que preferimos, y nuestra decisión no necesariamente estará forzada creando un sesgo de selección. La mayor disponibilidad de bienes, sumada a una reducción en los precios se convertiría en una mayor satisfacción de necesidades.

2. Eliminar todo tipo de impuesto a la producción interna, inclusive los subsidios y las cuotas a las importaciones. Ya que distorsionan el sistema de información de precios del mercado y no le causan ningún bien al consumo. La única consecuencia de eliminar estas trabas sería un aumento en el bienestar.

2.1. Además, la eliminación de impuestos, subsidios y cuotas le permitirán al individuo, primero adquirir bienes y servicios a un precio ‘real’ y no a uno que le mienta, y segundo que su decisión no esté sesgada por alguna institución en favor o en contra de algún bien en especial.

3. Fomentar una mayor competencia en el mercado: evadir todo tipo de asociación o gremio de productos que intenten organizarse.

3.1. Esto elimina el poder del mercado concentrado en unas pocas manos: se estimula la competencia y los precios disminuyen. Además nos evitamos la posibilidad de que empresas sumamente grandes, como la Florida Co., sean fijadoras de precios y puedan generar beneficios sumamente altos en detrimento de todos los que consumimos cerveza… perdón, agua Cristal y Tropical.

4. ¡E imponer restricciones a las exportaciones! El aumento en las importaciones y el aumento en la oferta interna generaría reducciones en los precios: el costo de comprar bienes también se reduce. ¡Y todo es más barato!

Por supuesto que esta utopía será muy difícil de implementar por diversas razones. Una de ellas es la limitada fuerza de negociación que poseemos el grupo de los consumidores versus el diminuto grupo de productores que lucha enérgicamente por defender sus intereses. Es muy difícil crear “el grupo de consumidores de arroz” con el fin de combatir al “grupo de productores de arroz”: ¿cuántos consumidores de arroz hay en Costa Rica, versus la cantidad de productores de arroz? Pero aún así, ¡¿a quién no le gustaría poder comprar arroz a precios menores que el actual?!

Por estas razones, será muy difícil tener tal cosa como un nuevo mercado, enfocado en los consumidores antes que en los productores. Porque dificultan la única cosa que tanto nos beneficia a todos nosotros: la competencia.

Yo mismo no recomiendo hacerlo ya que su implementación no es del todo buena para una economía. Claramente esto es un sueño. No quiero sonar extremista, pero si no comparamos el negro con el blanco nunca nos hubiéramos descubierto el gris. Yo lo que he querido hacer aquí es incorporar los colores a la discusión.



EyP

martes, 13 de noviembre de 2007

Sigo siendo el rey.


Claudio A. Mora García
Estudiante de Economía, UCR.
Escritor asociado a EyP

Ya quisiera yo ser un rey para poderle gritar lo que cientos de personas han deseado decirle a gobernantes dictatoriales y comunistas frente a decenas de jefes de estados en una reunión vista por millones de personas, donde los ojos del mundo se encuentran situados.

"¿Por qué no te callas?"

Sin lugar a dudas esta es la frase que resume todos los acontecimientos que han sucedido en Venezuela todos estos años atrás. Una frase que retumba dentro de mi consciencia por no haber sido yo quien pudiera haber gozado del placer de habérsela dicho a una persona que no sabe callar en cuando el tiempo más lo amerita.

Y aún cuando otro tanto de personas no les haya gustado la frase... ¡qué importa! Porque sigo siendo el rey.


EyP

Penalización del ahorro

Editorial de La Nación.

Las personas, empresas y asociaciones que tienen su dinero en una cuenta corriente, certificados a plazo o depósitos de ahorro han sido golpeadas por las bajas tasas de interés y la inflación, señalamos categóricamente en nuestro reportaje del jueves anterior. Y eso es grave. Porque el ahorro cumple una función esencial en la conformación y crecimiento futuro de la producción nacional. Si se sigue penalizando, tenderá, además, a sustituirse por consumo y/o salidas de capital, con lo que minaría los esfuerzos por reducir la inflación y estabilizar el tipo de cambio.

El ahorro es la parte del ingreso de las personas y empresas que no se gasta en consumo y, por tanto, constituye la fuente principal de la inversión. Su volumen depende fundamentalmente de las tasas reales de interés, determinadas conjuntamente por la oferta y demanda de recursos. Pero las autoridades pueden incidir en las tasas nominales de interés, al menos temporalmente. Si son suficientemente elevadas, hay incentivos para que las personas y empresas quieran ahorrar; es decir, privarse de consumir para alimentar las fuentes de recursos de quienes desean invertir. Pero, si son muy bajas o, incluso, negativas en términos reales, como ahora, se pierde ese incentivo y tienden a incrementarse los niveles de gasto. Y esa es, precisamente, una fuente de inflación.

Hay un círculo vicioso entre el aumento de la liquidez, bajas tasas de interés, expansión del crédito, incremento de los gastos de consumo, inflación y penalización del ahorro. Pero el círculo se convierte en virtuoso cuando las tasas nominales de interés son suficientemente elevadas para estimular el ahorro. La demanda de crédito tiende a disminuir (por razones de oferta y demanda de recursos), bajan los gastos de consumo e inversión, se pueden controlar más fácilmente los incrementos en el índice de precios al consumidor (IPC) y se restituye la rentabilidad del ahorro. Ese círculo virtuoso, desafortunadamente, se ha perdido en Costa Rica en los últimos doce meses.

Según ilustramos en nuestra edición del pasado jueves, las tasas de interés en moneda nacional se han reducido a la mitad en el último año. Mientras que en octubre del año pasado los intereses que devengaban los títulos denominados y pagaderos en colones con vencimiento a seis meses plazo eran del 12%; hoy, son apenas de un 6,5% anual, mientras que la inflación interanual, medida por el índice de precios al consumidor de los últimos 12 meses, supera el 9 %. Hay, por lo tanto, una prima negativa que ronda los 3 puntos porcentuales. Y eso penaliza el ahorro. Pero también castiga el patrimonio de las personas. Si una persona invierte sus ahorros en un título que devenga una tasa de interés inferior a la inflación, un año después tendrá una pérdida patrimonial equivalente a la diferencia entre el incremento del IPC y la tasa de interés. Se habrá empobrecido. Y eso no es justo ni conveniente en una sociedad que lucha por incrementar su patrimonio.

Otros efectos. Los niveles de las tasas de interés también influyen en el comportamiento de otros actores, como los bancos y entidades financieras. Cuando hay mucha liquidez y abundan los recursos, como ahora, no tienen incentivos para incrementar el costo de sus captaciones ni pagar mejores tasas de interés a sus depositantes. Y, si los intereses que pagan el Gobierno y Banco Central por sus captaciones también se reducen, tampoco tienen incentivos para invertir en títulos públicos, con lo que comprometen la estabilidad monetaria. Los bancos comerciales prefieren, obviamente, canalizar sus recursos a préstamos de consumo o inversión privados, pues los niveles de las tasas activas, aunque relativamente bajas por el menor costo de los recursos, superan las de las inversiones en títulos gubernamentales. El crédito al sector privado ha crecido un 34% en el último año, porcentaje realmente preocupante por el impacto en el gasto y la inflación.

Las bajas tasas activas de los bancos comerciales también pueden producir otros efectos contraproducentes en la estabilidad y solidez del sistema financiero. Aunque es difícil inculparlos directamente por la expansión crediticia –que es originada principalmente por el aumento de la liquidez sí tienen la responsabilidad de velar por que la expansión no sea resultado de políticas de crédito demasiado ambiciosas ni complacientes con deudores más riesgosos o menos productivos, pues podrían poner en juego la recuperación eventual de sus activos y la estabilidad bancaria. En cambio, cuando las tasas pasivas y, por consiguiente, las activas se ajustan hacia arriba, y los bancos se vuelven más rigurosos en sus políticas crediticias, no se financian proyectos que no serían rentables a tasas normales de interés. Se racionaliza la demanda de crédito, los gastos de consumo e inversión buscan su equilibrio, aumenta el ahorro, disminuyen las presiones inflacionarias y se preserva la sanidad del sistema financiero y bancario.

Mirar hacia fuera. No hay que ir muy lejos para ver cómo funciona la política monetaria en otros países y cómo se preserva el patrimonio de los ahorrantes. En los EE.UU., por ejemplo, las tasas de interés para los depósitos rondaban 5,25% hasta hace pocas semanas, lo que producía un razonable balance entre el crecimiento de la producción y la inflación. Pero, cuando se hizo evidente que la producción podría desacelerarse por la crisis de liquidez del mercado hipotecario, el Banco de Reserva Federal (FED) decidió reducir las tasas de interés en 75 puntos base, hasta llevarlas a un 4,5% anual. Sin embargo, la inflación ronda el 2%. Así, pudo inyectar liquidez y estimular el gasto e inversión, sin poner en entredicho las metas inflacionarias. Las tasas de ahorro siguen siendo positivas en términos reales y no hay penalización del ahorro. En cambio, la situación en Costa Rica es muy distinta. La producción ha venido creciendo a tasas muy elevadas, por encima de su nivel histórico, por lo que no resulta necesario estimularla más reduciendo las tasas de interés. La inflación, por otra parte, no se ha logrado controlar al nivel deseado. El propio Banco Central reconoció recientemente que no lograría la meta propuesta del 8%. Pero, en vez de ajustar las políticas, simplemente ajustó la meta.

Hay dos formas de restituir la rentabilidad del ahorro: subir tasas de interés y/o reducir la inflación. El Banco Central ha insistido en más de una ocasión en que subir las tasas de interés estimularía mayores entradas de capital y se obligaría a intervenir en el mercado cambiario adquiriendo divisas excedentarias y estimulando, con emisión, la inflación. Comprendemos el punto. Pero el Banco también debe comprender que no puede penalizar indefinidamente el ahorro, sin producir los efectos arriba apuntados. Afortunadamente, su participación en el mercado oficial de divisas (MONEX) ha venido mermando. Aparentemente, el tipo de cambio está llegando a un nivel razonable de equilibrio. Si las cotizaciones se mantuvieran dentro de las bandas cambiarias, podría el Banco retomar mayor control de su política monetaria. Pero hay, además, otro instrumento fiscal para reducir la inflación: trasladar en su totalidad las pérdidas del Banco Central al Estado, incluyendo aquellos montos necesarios para que la expansión de la liquidez provocada por el exceso de reservas se conforme con el incremento de la producción. Así, se lograría disminuir más rápidamente la inflación y restituir la rentabilidad real del ahorro.

Creemos, en resumen, que hay instrumentos efectivos de carácter ‘macro’ y ‘micro’ para evitar la penalización del ahorro. Instamos respetuosamente a las autoridades fiscales y monetarias del país y a las entidades financieras públicas y privadas a emprender las acciones necesarias para restituir la rentabilidad real del ahorro financiero y preservar la estabilidad del sistema financiero nacional.



EyP