lunes, 21 de julio de 2008

El Papa junto a la juventud

Esteban Porras Zúñiga | estebanpz@gmail.com
Estudiante Universitario
Escritor Asociado EyP

¿Quién afirma que la juventud actual ya no tiene interés en los valores? ¿Es verdad que uno ya no puede contar con ella? Con estas palabras el “Papa de los jóvenes”, Juan Pablo II, entregó al mundo en 1984 un símbolo: una cruz de leña de gran tamaño que sería llamada años más tarde la “Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud”.

Australia y los jóvenes. La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) constituye el evento con más personas que acoge Australia en su historia: atrajo más de 125.000 jóvenes peregrinos de todo el mundo, más que los juegos olímpicos del año 2000. Es un hecho de gran significado para la Iglesia “joven” de Australia, donde los católicos, según datos estadísticos del año 2006, representan un 27% de la población.

Sin embargo, se trata de una Iglesia activa en el campo social y educativo, que con la alegría y ambiente de los jóvenes católicos, se vio revitalizada y aprovechó la oportunidad para promover el diálogo con otras denominaciones cristianas y otros credos.

La reverenda Tara Curlewis, presidenta del Consejo Ecuménico de Nueva Gales y ministra de la Iglesia Unida, reafirma el carácter ecuménico e interreligioso que la Iglesia Católica ha querido dar a la jornada, afirmando que “independientemente de cómo damos culto a Dios, la JMJ es una oportunidad de encender la llama de Dios en medio de nosotros”.

Esa llama que ha ido desapareciendo en todas las sociedades y que enfrenta a Benedicto XVI, en su encuentro con los jóvenes, a uno de los países más secularizados del planeta, que, en palabras del Papa, es una sociedad que se representa como “un mundo cansado de su propia cultura”, razón por la cual se escogió el país australiano como sede de esta jornada.

Casi la mitad de la juventud australiana no tiene sentido de pertenencia a ningún tipo de religión y parte de lo que la JMJ les ofrece es un lugar para llevar sus preguntas y conocer a Jesucristo. Estos momentos deben ser de especial provecho para la Iglesia Católica de nuestro país, para atraer a los jóvenes con un mensaje claro, directo y conciso.

Una fuerza especial. Conocer a Cristo en la “metrópoli moderna” es uno de los desafíos que la Iglesia Católica lanzó a los jóvenes en la JMJ de Denver en 1993; el mensaje se mantiene fresco y es lo que ha llevado a más de 13 millones de jóvenes a asistir a diferentes ciudades del mundo cuando son citados por el Papa y congregó en Filipinas a más de 5 millones de personas en 1995, en la asamblea más grande en personas de todos los tiempos.

Muchos jóvenes no estuvieron en Sidney, pero esta jornada mundial pasará a la historia como la jornada juvenil de la era tecnológica. Está inspirando a una serie de empresas de Internet diseñadas para fomentar la interacción entre peregrinos y que a lo largo del planeta se puedan seguir los hechos de tan importante convivencia.

La Iglesia espera mucho de los jóvenes; Juan Pablo II lo entendió así y se convirtió en el padre de los encuentros con los jóvenes. Su entrega hizo que muchos estuvieran en vigilia antes de morir y que sea uno de los patronos de la jornada del país del continente oceánico.

En el noveno viaje de su pontificado, Benedicto XVI, a sus 81 años y algo frágil de salud, demuestra un acto de fe y de valentía.