sábado, 25 de agosto de 2007

El futuro del dinero

Thelmo Vargas
Tomado de La Nación

Economista
tvargasm@yahoo.com

Al principio no supe si titular este escrito el futuro del dinero o el dinero del futuro. En todo caso, quisiera iniciarlo recordando que el dinero –cuyas funciones clásicas son servir de medio de cambio, unidad de cuenta y conservación de valor– constituye una de las grandes creaciones espontáneas de la humanidad. Sin dinero el sistema económico solo tendría acceso al “trueque”, que es muy ineficaz pues exige coincidencia de deseos opuestos: yo puedo cambiar frijoles blancos por tomates maduros grandes solo si otra persona tiene tomates maduros grandes que quiere cambiar por frijoles blancos.

Los librecambistas (Hayek, von Mises, etc.) siempre cuestionan por qué si el dinero es tan importante en la economía libre de mercado, su creación y administración se ha de encargar a un monopolista que no nació espontáneamente sino que fue fruto del diseño humano: el banco central. En el pasado las monedas eran duras y tenían un respaldo de oro o de plata de calidad establecida. Había tanta moneda como respaldo tuviera. En ese mundo no había clara necesidad de banca central, a pesar de que por mucho tiempo esta operó dentro de un esquema de “convertibilidad”.

Pero, en 1971, Estados Unidos anunció que rompía el vínculo (1 onza oro fino > $35) con el oro y la principal moneda del mundo, con la que se realiza buena parte de los pagos transfronterizos, pasó a ser “fiduciaria”. Algunos dirán que la materia monetaria pasó a fundamentarse en la teoría de los tontos: un tonto acepta una moneda sin respaldo metálico solo porque espera que otro tonto luego se la acepte a él. Cuando la moneda no tiene respaldo es posible que se emita más de la cuenta (acción que algunos llaman “emisión inorgánica”) y que eso produzca inflación. Muchos países con moneda fiduciaria propia, soberana, suelen experimentar de tiempo en tiempo inflaciones altas. La soberana Bolivia tuvo una inflación del 8.170 por ciento en 1975, pero ese récord se lo quitó la también soberana Nicaragua sandinista en 1988, cuando ascendió al 33.547 por ciento (sí: ¡más de treinta y tres mil por ciento anual!). Luego Nicaragua controló un tanto el asunto y en 1990 su inflación fue de solo el 13.490%.

Mala administración. Donde opera alta inflación el dinero pierde su función de conservar valor, y hasta se hace difícil utilizarlo como unidad de cuenta. Los residentes de países con monedas “soberanas”, pero que por mala administración se deprecian, han optado por la “dolarización espontánea”. No en vano en nuestros países la proporción de operaciones financieras denominadas en moneda dura es tan alta.

En razón de lo anterior, los modernos librecambistas abogan por volver a un sistema monetario de convertibilidad, a metales preciosos o a canastas de activos amplias y diversificadas. Fondos mutuos, por ejemplo. Señalan que los avances en la tecnología, que entre otros han traído la compensación electrónica de cheques, las transferencias electrónicas, el uso de dinero “plástico” (tarjetas de débito y crédito), la desmaterialización de títulos valores y la anotación en cuenta, hacen cada vez menos necesario acarrear dinero efectivo y chequeras. Y en esto tienen razón. La evidencia empírica muestra que la proporción que el efectivo y las cuentas corrientes que no devengan intereses mantiene respecto a los pagos totales que se dan en una economía, es cada vez menor. Los bancos centrales enfrentan hoy peliagudos problemas para establecer cuál es la cantidad de dinero (si M1, M2, ..., M9) sobre la que deben actuar.

Los librecambistas modernos no encuentran necesaria la actuación de la banca central en la emisión y control de dinero fiduciario, la dirección del crédito ni en la fijación de la tasa de interés pues todo eso puede ser hecho de mejor manera por el mercado libre. Tampoco consideran que la función de “prestamista de última instancia” que desempeñan los bancos centrales sea insustituible, pues los contratos de captación de recursos los bancos comerciales pueden incluir cláusulas que les permitan atender los retiros incluso en momentos difíciles. Esto lo harán, claro está, a cambio de reconocer una prima a quienes estén dispuestos a aceptar prórrogas ante situaciones de iliquidez sistémica.

Con respaldo. Por lo anterior, los librecambistas abogan por un Free Banking; es decir, por un esquema en que no exista banca central y en que los medios de pago los emitan bancos privados sin otra regulación que la que rige para todos los contratos libremente suscritos entre adultos. La función del gobierno es solo asegurar que se cumpla con esos contratos.

El dinero emitido bajo este esquema sí tendrá respaldo pues de otra manera nadie lo aceptará. El respaldo será metal precioso (lingotes de oro, plata o estaño) debidamente custodiados por terceros o, más probablemente, conjuntos de activos como los que administran los fondos mutuos. Como todo el dinero debe estar debidamente respaldado, no habrá posibilidad de “emisión inorgánica”. Los pagos –al menos los importantes– de los actores económicos se harán de manera instantánea (“liquidación bruta en tiempo real”) por medios electrónicos, más o menos como lo hace actualmente el Sinpe que opera el Banco Central de Costa Rica. La “supervisión” bancaria estará a cargo de calificadoras profesionales (e.g., Standard & Poor’s, Fitch), las cuales divulgarán los resultados de sus calificaciones para que el público sepa a qué atenerse.

Quien considere que lo anterior es demasiado teórico, sin contenido práctico, quizás encuentre interesante leer la siguiente noticia publicada en la revista Mercados y Tendencias (mayo, 2007): “Grupo Interbolsa lanzó al mercado la primera tarjeta de débito que da la opción de retirar, pagar o cancelar con el dinero invertido en fondos de liquidez administrados por su Sociedad de Fondos de Inversión (...) el cliente podrá cancelar con la tarjeta de Interbolsa en más de 8.000 comercios afiliados a la red ATH o bien retirar dinero en cualquiera de los 467 cajeros automáticos de dicha red”.

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