martes, 27 de mayo de 2008

Carlos León Pérez, el intelectual inquieto.

por Pablo Heriberto Abarca en Mayo 26,2008

La partida de Carlos León deja un vacío profundo en la comunidad turrialbeña, él fue siempre un hombre luchador, un inquieto intelectual y un humanista.

En las siguientes líneas, El Azucarero.com reproduce una reseña sobre este personaje. Esta entrevista inédita a Carlos León, elaborada por Pablo Heriberto Abarca, en el 2005, sirve ahora de homenaje para un hombre que dejó su huella en Turrialba.



Carlos León Pérez, el intelectual inquieto

La primera vez que conversé formalmente con don Carlos León fue en un programa radial "Personajes", en la Radio Cultural de Turrialba. Este es uno de esos hombres para el cual no alcanzaría una semana para agotar temas de conversación en cualquier campo. Desde ese momento, quedó pendiente una reunión para ampliar la entrevista y adjuntarla a este libro. Esta es la entrevista inaugural de este esfuerzo y la primera del año 2005.

Me recibió su esposa como a media mañana, e inmediatamente se unió al recibimiento su perra Perla, una cachorra que recogieron abandonada, de madre fina con pedigrí y todo, pero papá zahuate. Después llegó Rocky, el doberman pincher miniatura quien los acompaña desde su nacimiento y que viajó con la familia cuando vivieron en El Salvador. Don Carlos atendía una visita inesperada de otra persona al momento de mí llegada y entonces hablamos de las lluvias de esos días y aprovecho para anotar algunos detalles mientras despacha los inesperados visitantes.

En una pared hay tres círculos de madera donde se encuentran fotografiados tres niños. Eugenia, su hija menor, quien estudia Economía en la Universidad Nacional; Luis Fernando y Carlos Alberto, sus hijos. En otra esquina observó en una mesita dos fotos de adolescentes en un marco plateado; los conozco, es Luis Fernando, su segundo hijo que acaba de terminar su bachillerato en Relaciones Internacionales en la UNA, y Carlos Alberto su primogénito, quien estudia en el Instituto Tecnológico de Costa Rica Ingeniería de Sistemas. El primero fue mi compañero en la Escuela Mariano Cortés y a Carlos, lo conocí en mi paso por el TEC y específicamente en la Federación de Estudiantes de esa casa de estudios.

Como a los diez minutos, me saluda sonriente y me cuenta su más reciente anécdota: cuando despedía a su visita, una señora pasó por el frente de su casa y se quedó viendo al otro perro, un chow chow de su madre, y le preguntó ¿ese perro es un león? Jovialmente le responde que es Yako, el chow de 12 años y el más longevo de todos los animales que su familia ha tenido. Confieso que la pregunta es tentadora por la similitud de Yako con un león, especialmente por su espeso pelaje y melena.

Me consulta donde deseo que conversemos, y sugiero un lugar con un tomacorriente cercano para conectar mi computadora. Ubicados en la mesa principal de la sala comedor, a mi derecha tengo un trinchante bellísimo con vasos y copas de colección y que el matrimonio León guarda con especial aprecio por ser el primer juego de muebles que compraron.

Sobre la mesa hay un florero y una bombonera llena de galletas. A mi izquierda, esta un juego de sala y en una esquina una mesita con un jarrón, una foto de los cinco con vestido formal y una Biblia abierta con el Salmo 112. Es una casa con un diseño moderno y bonito. Sobre el trinchante observo una caja de madera artesanal que me muestra confesando que el té es uno de sus vicios, mientras veo que la caja esta llena de bolsitas de la marca Pickwick, con una gran variedad de sabores de los cuales pude saborear uno de canela. Concertado el lugar y con excelente ánimo, me regaló casi cuatro horas de su vida en una motivante y anecdótica conversación.

En San José.

Carlos León Pérez nació el 8 septiembre de 1956, en San José, "a mi mamá tuvieron que hacerle cesaría, para ese entonces, en nuestro hospital no las hacían". Hijo de Carlos León Camacho (qdDg), agrónomo de profesión, hombre vinculado al desarrollo cafetalero de Turrialba, ex diputado y hombre muy apreciado en Turrialba, e Iris Pérez Castro, turrialbeña muy trabajadora con quien procreo tres hijos, además de él sus hermanos menores Ricardo e Iris María.

"Mi papá no era de Turrialba, se crío en Escazú. Mi abuelo, Juan León Cerdas, tenía un trapiche y un cañal de tres manzanas y con eso crío ocho hijos. Cuando de niños visitábamos a mis abuelos, compartíamos su realidad rural. En un cuarto grande dormían los ocho en una casa limpia con piso de tierra".

Desde ese momento, asegura don Carlos, conoció como la pobreza era la realidad de cada día de la Costa Rica de mitad del siglo XX. "Uno ve la pobreza sin morbo, todos mis tíos y tías se casaban para mejorar su situación, igual que mis abuelos, a fuerza de trabajo honrado y sacrificio".

Su padre llegó a la zona contratado por ESTICA, un Sistema de Cooperación Técnica y Extensión Agrícola, financiada por el gobierno norteamericano, para trabajar en el área del café, en la década de los cuarenta. Aquí se casó y fundo su familia. "A mamá le toco desde la escuela coser para ayudar a la economía familiar. Comprendí entonces la sabiduría de políticos de la época, especialmente Don Pepe, quien siempre decía que: "todos los costarricenses debían tener una máquina de coser y una vaca". Hoy cuesta conseguir una costurera, ahora todo se importa, antes lo que faltaba era tiempo". Esa característica marca una época importante y explica como moldea su carácter.

La Turrialba Pujante.

"De niño notaba que la agroindustria de la caña o una pequeña fábrica, mejoraba mucho el estilo de vida. En 1950, Turrialba fácilmente tenía diez o quince trapiches, teníamos a Juan Viñas Florencia, Atirro, etc. A nuestro Cantón le tomó solamente un tercio del tiempo que a San Ramón para desarrollarse, gracias a la industria cafetalera y al ferrocarril. Fui testigo de la pujanza de nuestro valle, apoyado en un comercio activo y una comunidad con deseos de crecer. Turrialba era un referente nacional, aquí se venía a aprender al IICA y del pujante desarrollo. Lamentablemente el cierre del ferrocarril fue fulminante para el cantón y no hemos podido recuperarnos".

Explica que hace unos días fue a Murcia con su esposa y un grupo de amigos caminando desde San Juan Sur, y se encontraron con la Costa Rica que para muchos ya no existía, casas cayéndose, sanitarios en el aire con condiciones mínimas, precios ridículos de las cosechas y unos cuantos rieles como recuerdo de su pasado de pueblo ferrocarrilero. La única diferencia con algunos otros lugares similares en Centroamérica es que si hay electricidad. Son pueblos con un paisaje bellísimo, pero como extraídos de un libro de García Márquez", añade.

Recuerda que cuando joven de escuela y colegio, "en la época de vacaciones me pegaba a papá, lo cual me permitió uno de mis legítimos orgullos cual es conocer este Cantón y el de Jiménez de tajo a rabo". Las redes de caminos vecinales de este Cantón siempre han sido un dolor de cabeza para los alcaldes por su impresionante extensión, pero eso le permitió conocer la gran riqueza de estos cantones.

"Y eso que el clima a veces no nos permitió ser más exploradores, pero además de andar de arriba para abajo en el willys del MAG que usaba mi papá, también mi papá hacía de perito veterinario, pues en esa época no habían veterinarios en Turrialba, así que Leoncito, como cariñosamente era conocido mi papá, le tocó desde vacunar hasta atender vacas mal paridas (ahorradas como dicen en el campo), y ahí andaba yo sin perderme un detalle de estos procedimientos, a veces entre olores y situaciones nada bonitas. Es por eso que desde que estaba en el colegio ya tenía un estómago durísimo y nada me causaba asco y comía de todo, pues en esos periplos por el campo uno no se anda con carajadas, se lava bien las manos después de estar embarrado de boñiga y a comer la deliciosa comida de campo que con generosidad compartíamos con campesinos y pequeños ganaderos. Recuerdo con especial aprecio las giras a Tres Equis a la finca de Don Delfín Abarca" (quien es mi bisabuelo), "hombre de gran corazón, trabajo y con quien a los años y a pesar de las diferencias de edad, compartimos el común amor por la música y la ejecución del órgano. Como en los setentas tuve un conjunto, recuerdo que Don Delfín le llamaba mucho la atención mi inclinación por la armonía disonante, la base del jazz que es mi segundo amor además de mi familia".

Me cuenta una cita, que no me puede comprobar, pero me asegura que es de muy buena fuente: se dice que antes de establecerse Monumento Arqueológico en Guayabo, el general Mac Arthur, famoso personaje de las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, vino tres o cuatro veces como Pedro por su casa, "nadie sabe que se llevó de allí".

"Mi niñez y juventud era la de una Turrialba sin tele, con mejengas magistrales en un potrero de la Haciendita, situado entre el colegio IET y los cañales del IICA (donde estuvo el Restaurante Kingston), era más grande que el Maracaná; la cancha rival del Barrio Las Américas a la cual llamaban así por grande. Estaba también el potrero de Caviria donde se hacían muchas veces las fiestas cívicas y las corridas de toros. En esa época había pocas casas y parte del vacilón de las mejengas entre barrios eran los pleitos que se armaban, pues cada barrio tenía sus cocos, como los Salguero en Las Américas y los hijos de Don Pedro Bolaños (qdDg) en el nuestro. No había plazas en El Mora o La Margoth, pues eran zona agrícola, la única construcción urbana en el sentido estricto en la margen oriental del Río Turrialba, era la Escuela y Convento de la Monjas de Sión. Turrialba era como la describe el ex presidente Rodrigo Carazo Odio: "era unos cuantos fincones y un montón de finquillas".

Después se aplicaron algunas políticas en las fincas con los peones, como las llamadas colonias, que eran pequeñas parcelas de tierra que las haciendas cedían para que los peones después de la jornada laboral tuvieran algunos siembros y animales, lo cual propiciaba una economía doméstica de productos frescos, una economía de subsistencia y de los famosos "cercos", todo esto hoy tan venido a menos ante el modelo de que es más barato importar maíz y otros productos de otros países.

La Escuela

Don Carlos estuvo en la Escuela Mariano Cortés, "mis tíos fueron a esa Escuela, era la tradición de la familia de mi mamá, así que mis hijos también recibieron educación allí. Cuando empezó su primaria se impartían lecciones en el edificio del Colegio Nocturno.

En las fotos de esa época se ven hijos de los técnicos del IICA, de obreros, panaderos, en fin de todo tipo de ocupaciones y trabajos. "Era una verdadera educación en democracia, eso le quito el morbo a la relación social, y me recuerda una reciente sentencia de Don Alberto Cañas al señalar que muchos de los problemas políticos de hoy día se dan porque ya los ricos ni siquiera conocen a los pobres, antes todos íbamos a la misma escuela y colegio". Asegura que el compromiso de los docentes era alentador y que ya se había superado la confusión entre la necesaria disciplina y los anticuados castigos de hincarse en maíz.

Con la excepción del padre Heriberto Wagner, el padre alemán maestro de religión que portaba un su pequeño portafolio de cuatro papales un palito de guayabo que a más de uno hizo probar. "Se enseñaba lo importante, no lo accesorio, los maestros no andaban con ese montón de inventos como los ejes transversales, adecuaciones y otro montón de yerbas que le imponen a los maestros y maestras de hoy, en detrimento de lo principal: la enseñanza de las ciencias exactas, la gramática, los estudios sociales y la lectura. Ahí está a vista de todo el país el producto de esas locuras: promociones de menos del 50%, y todavía los ministros y autoridades de turno tienen el desparpajo de endosarles casi toda la responsabilidad a los alumnos".

El Colegio. Era solo uno.

Ingresó al Instituto de Educación Dr. Clodomiro Picado Twigth en 1969, "era los años de efervescencia política de este país, donde se empezó a cuestionar el modelo político, social y económico. El IET era el colegio de referencia para toda la región. Éramos todos de extracción rural y a pesar de la relación de poder que existía no se ostentaba más allá", aunque existía una gran diversidad de clases sociales.

"Todos estábamos en contra de ALCOA en el colegio en 1970, inspirados por los compañeros y compañeras del colegio provenientes de hogares de tradición comunista, pues Turrialba fue una célula comunista activísima. Claro que además de lo político nos costaba entender como la clase política entregaba las riquezas de este país. En esa época encontrabas en muchas casas el periódico "Libertad", el conocido medio del Partido Vanguardia Popular. "Teníamos un grupo que nos adscribimos a movimientos de izquierda. Para mamá no fue bonito encontrar el Manifiesto Comunista de Marx y Engels en una gaveta de mi armario cuando yo estaba en quinto año del colegio. Hoy día eso suena casi anecdótico, pero en esa época se creía que los "camaradas" comían chiquitos crudos".

"El presidente del gobierno estudiantil era Víctor Hugo Núñez", el ex diputado (qdDg), también Sonia García, actual profesora del Colegio y yo. Citamos a todas las secciones del colegio a un acto en el Salón de Actos y se pronunciaron discursos incendiarios en contra de ALCOA. El que andaba con paños tibios tenía que acomodarse". Fue importante el respeto de Doña Norma Jiménez y los profesores a ese movimiento.

"Para ese tiempo hubo una gran inversión de recursos en formación ideológica socialdemócrata en la juventud de todo el país, eso enseño que la política era un proceso de hacer fila. Eso era parte del ideario y visión del Partido Liberación Nacional, práctica ya abandonada".

Niñez y política.

En 1962, Carlos León Camacho, su papá, era Presidente Municipal. "Aún muy chiquillo, recuerdo que una vez llegó don Chico Orlich, el presidente de la República, a mi casa para desayunar antes de una gira de la municipalidad. Mi mamá y otras señoras habían preparado una gran variedad de platos, pero Don Chico agarró un platón de yuca, y le encantó y se lo comió todo".

"Papá no abandono su trabajo durante su presidencia municipal, la relación fue muy natural y había una agenda comunal y cantonal por encima de colores políticos". En ese tiempo las municipalidades eran importantes, y recuerdo a Don Rodolfo Salas, Marco Tulio Castro, padre del veterinario Francisco Castro, Amado Zúñiga, familia tradicional en Santa Cruz, el profesor Carlos Ramos, Don Halley Guardia. Era una composición variada pero comprometida, y nunca oí de un pleito entre ellos".

"Después, cuando papá fue diputado participé como miembro de mesa, no me interesaba y a demás no tenía ombligo liberacionista. Me dediqué al Turrialba F.C. y otras estructuras sociales, no políticas".

La Universidad.

"Cuando estaba en la universidad en la década de los setentas nos sentíamos calientes, pues había gran efervescencia política y había todo tipo de grupos de izquierda: maoístas, los trozcos, los ortodoxos, socialistas, etc. y los liberacionistas. Los socialcristianos no lograron agrupar un grupo formal".

Don Carlos hace un paréntesis para contarme una anécdota que me llamó poderosamente la atención: "Una vez nos invitaron a una reunión a Paraíso, a la célula del movimiento maoísta, fuimos un grupo de cinco, en plena entrada había una foto grande de Mao Tse Tung, cual fue mi sorpresa que quien temblaba pronunciando discursos y líder del grupo era Juan Diego Castro, conocido abogado y personaje público". Es nieto de Florentino Castro, quien fue uno de los terratenientes más poderosos de Costa Rica, se fue Inglaterra sin saber inglés y vendió café. Y a pesar de ser un hombre adinerado nunca fue aceptado en el Club Unión, es por eso que funda el "Costa Rica Country Club".

Don Carlos comenta que después de los dos primeros años lo político no fue la prioridad, "me concentré más en la carrera de Zootecnia y me fui para San José. Me gradué en Ingeniero Agrónomo y pasé rápidamente al ejército de los casados en 1980"

Su vida musical comenzó con el Grupo Polifonía, "debía integrar algún grupo para poder visitar a una novia gringa a quien había prometido visitar, sin embargo, la música y el amor es impredecible y aunque fui a Estados Unidos, ya una machilla de La Suiza me había flechado, familia de los futbolistas Jiménez". Así que no se fue tan lejos, se casó con Deyanira Alvarado Jiménez, le pregunto cuantos años de feliz matrimonio tienen y para no equivocarse llama a su esposa, quien confirma que este año cumplirán 25 años de casados. "Imagínese que aguante" dice don Carlos.

Aprovecho para preguntar algunos detalles a doña Deyanira: "desde que éramos novios hablaba de ir a estudiar a Harvard". Ella es de la familia de deportistas, de La Suiza, y asegura que jugó fútbol también, es educadora de profesión. Le aseguro a doña Deyanira que está pendiente escribir sobre esa familia tan particular, donde todos los Jiménez fueron jugadores de primera y muchos de selección. Noté en ella un gran interés en resaltar el esfuerzo que significo el viaje a Harvard, pues toda la familia acompañó a Don Carlos a su aventura académica en Cambridge. Explica Doña Deyanira; "nosotros fuimos sin beca, no había empleada, fue muy duro. Todos trabajamos, yo trabaje en una escuela pública y daba clases de español a un coreano, Carlos trabajaba en el laboratorio de computo de la Universidad". Me dijo que la tertulia que entablaba don Carlos con este estudiante después de las clases de español era de temas muy variados. "Carlos desayunaba con el coreano y pasaban mañanas enteras conversando". Me aseguró que al vernos en la mesa le recordamos esas mañanas. Creo que se hace indispensable, concertar otra cita para conversar con ella, sería interesante publicar otro libro con la visión de las y los compañeros de los personajes de este libro.

Don Carlos recuerda con alborozo que su hijo, Carlos, prestaba sus servicios profesionales en invierno, paliando la nieve de la entrada a los garajes y casas. "Vino contentísimo, se ganaba como diez o quince dólares por casa".

Un maicero en Harvard

Ese es el título de un artículo que desde hace tiempo prepara don Carlos. "Esa experiencia tuvo dos antecedentes académicos: uno lo rural y lo agrícola, que es básicamente mi experiencia de vida y trabajo: y el otro la maestría que cursé en CATIE de 1991 a 1993, que fue como reciclarme profesionalmente hablando. En el CATIE me sentía anfitrión de todos los compañeros de todas las américas e inclusive tuve una compañera española. Considerando que me gradué de la UCR en 1980, reencontrarme con los libros más de diez años después fue un parto con fórceps".

Terminado el CATIE, centró todo su esfuerzo en hacer los trámites de admisión a la Universidad de Harvard, ese anhelado sueño. "Fui admitido en 1994 pero tuve que aplazar mi entrada para 1995 pues no tenia posibilidades económicas en ese momento. "Harvard es en esencia una universidad de mucha diversidad y liberal a la máxima potencia". "Esto sucedió por una cuestión de determinación. Es lamentable que en los colegios rurales y urbanos del Cantón ni siquiera se gestionen este tipo de posibilidades. Desde una visión rural lo importante es que sean posibles esas cosas. Parte importante en el proceso de admisión, fue precisamente, pertenecer a una zona rural". Don Carlos es Master en Administración Pública de la Escuela John F. Kennedy, Harvard.

Fiel a su pensamiento, de que lo que no se usa se oxida, incluyendo el cerebro, en el año 2001, y mientras estaba en El Salvador, pudo iniciar estudios doctorales en Ciencias Ambientales en la Universidad de Missisippi, Lacrosse University, en una modalidad a distancia como la UNED. Obtuvo su PhD en el año 2003.

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