miércoles, 28 de mayo de 2008

Andar con caites de lata.

Claudio A. Mora García
Estudiante de Economía, UCR
Escritor asociado a EyP/ chapunosky@gmail.com

¡No hace falta tampoco estudiar economía para conocer uno de los papeles de los impuestos! No es joder al pueblo, sino utilizarlos para fines de movilidad social. De otra forma, todos deberíamos recibir beca del programa Avancemos, o bonos de vivienda, etc.

Hecha la aclaración, viene la segunda: el tema es más amplio de lo que parece, estudios realizados han confirmado las desigualdades que se viven en este país.

Ya todos conocemos que los estudiantes egresados de colegios públicos están en desventaja contra los egresados de colegios privados a la hora de realizar el examen de admisión a la UCR; y las diferencias no son nada discretas: la aprobación para los públicos es del 58%, y para los privados son 82.5% (La Nación, pág. 10A, 13/04/08).

En todo caso, bajo el supuesto de que cada año, cada examen de admisión, de cada una de las universidades (excluyendo la UNED), esté excelentemente corregido y evalúe precisamente las características que se requieran en un estudiante para que sea “exitoso” en su carrera (y aquí vendría otro supuesto: que realmente el examen lo esté garantizando) entonces podríamos afirmar que a las universidades públicas han entrado únicamente “lo mejor”, lo cual está muy bien y garantiza que las instituciones de educación superior en este país están haciendo el mejor uso de sus recursos muy escasos (¡ni un economista lo podría hacer mejor!).

La pregunta sería: ¿estas capacidades que se requieren en el estudiante “exitoso” son innatas, condenando a cada persona a su herencia? O, para aquellos que somos unos ilusionistas y soñadores en potencia, ¿podemos hacer algo para cambiar nuestro destino predeterminado? Y si podemos hacer algo, entonces ¿qué es?

No quiero un blasfemar un análisis profundo afirmando, al tarantantán, que… se debe a la mala educación pública. Porque la educación pública per se podría no ser una variable que influya mucho sobre el resultado del examen. Además, probar esta hipótesis es algo sumamente complicado.

Podrían ser otros factores: la condición socioeconómica del hogar; la presión de grupo y de mi familia; un curso para el examen de admisión; el curso de orientación vocacional que dan los colegios privados en su último año y que brilla por su ausencia en los centros de educación pública, porque, como me comentaba don Rodrigo Arias, rector de la UNED, (lastimosamente no pude conocer el punto de vista del Vicerrector de Vida Estudiantil, UCR) la educación privada tiene un objetivo claro: llevar a sus estudiantes hasta la universidad, a diferencia de los centros públicos.

Por ello, debemos andar con caites de lata, y evitar hacer afirmaciones precipitadas. Por ejemplo, la asistencia a la universidad pública es muy equitativa cuando separamos por grupos de ingreso a los estudiantes que han logrado ganar la secundaria: el que tenga más plata no asegura que tenga mayor probabilidad de asistir a la universidad pública (aún cuando sería de esperar que, en promedio, sean las personas de mayores ingresos quienes envíen sus hijos a colegios privados).

Me gustaría hacer una salvedad sobre la educación pública, y es que, a diferencia de como muchos piensan, ¡existen colegios públicos de gran trayectoria nacional y excelente calidad! Por ejemplo, los colegios científicos, el mismísimo Liceo de Costa Rica quien eleva orgullosamente su programa de bachillerato internacional.

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